Estoy en un proceso de bajar de peso. No estoy haciendo ni dieta, ni nada, simplemente estoy comiendo mejor (no comiendo comida basura ni Donettes todos los días) y cuidándome un poco. De momento no estoy haciendo deporte porque volveré a mis andadas cuando abran el VikingBox en mi pueblo. Sé que no hace falta apuntarse a un gimnasio o box para hacer deporte, con andar a un ritmo enérgico media hora todos los días es suficiente, pero yo soy una VAGA, lo reconozco. Vuestra psicóloga de confianza tiene menos fuerza de voluntad… No, no soy la típica psicóloga súper heroína que tiene todas sus emociones a rajatabla, hace deporte 7 veces a la semana y tiene una vida ejemplar (¿o eso es lo que nos quieren hacer pensar? 🤔), en fin, todo son excusas😅.
Soy consciente de que el bajar de peso sigue una fórmula matemática muy simple: gastar más calorías de la que consumes, sin más. Yo sé que no iba a bajar de peso fácilmente. Realmente, aunque esté en ese proceso, lo que quiero es sentirme bien por dentro, menos pesada, con mejores digestiones…y ya el perder peso es un efecto colateral.
Pues bien, esta mañana me he pesado. Cual ha sido mi sorpresa que, al subirme a la báscula, había perdido como 5kg, ¡5kg en una semana! Eso no se lo cree nadie. Sabía que la báscula, o estaba mal colocada o las pilas le fallaban. Pero yo, aun sabiendo que ese peso no era real, al mirarme al espejo cuando me pesaba, me veía como que había adelgazado e incluso me sentía súper liviana y más estilizada. Cuando volví a colocar la báscula y me subí, me di cuenta que no había adelgazado nada (cosa que ya sabía porque mi déficit calórico, en todo caso, es muy poco), me volví a mirar al espejo y ya no me veía tan bien ni me sentía como un minuto antes, y sí, me he cabreado y me he puesto triste.
Todo esto me lleva a una reflexión… ¿Por qué tenemos que depender de un número en una báscula para sentirnos bien o mal?
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